Amor, por encima de TODO



jueves, 30 de julio de 2009

Kelly Mawson

La esperaba en el mismo banco de la plaza, donde siempre nos encontrábamos cerca de las 7 de la tarde, con un ramo de rosas por nuestro primer aniversario. La última vez que la había visto fue la noche anterior ahí mismo en la plaza y estaba más linda que nunca. Kelly era diferente a las demás chicas, había algo en ella que me atraía como ninguna, hermosa, esbelta, con relajantes ojos color miel mas profundos que el océano mismo. Y su perfume de rosas extremadamente delicioso, atrapante y seductor.
Solía sorprenderme con respuestas rebuscadas a preguntas secillas, en realidad, todo de ella me sorprendía era única y sabía que me amaba.
Pasábamos noches interminables acostados en la playa nombrando estrellas y diciendonos cuanto nos queríamos. Nunca planeamos el futuro porque no le entusiasmaba la idea de pensarlo como a mi. Me intrigaba por qué pero nunca le inisití para que me dijera, simplemente lo dejaba pasar y luego lo olvidaba.
El crepúsculo había llegado hacía no mucho tiempo y podían vislumbrarse las primeras estrellas, pero aún no había señales de Kelly, era raro no era una joven que se hiciera esperar.
Posiblemente habría olvidado asegurar la puerta de la pensión con llave. Rei para mis adentros y recordé cuánto la amaba.
Los telefónos celulares no existían aún. La nueva inversión era el teléfono fijo. Las cartas existían desde siempre y era lo más habitual.
La esperé y ella no vino.
Fui preocupado, a buscarla a la pensión. Encontré a una mujer que me dijo ser la dueña del lugar y que nunca había oído hablar de Kelly, buscó en los registros y ni una sola anotación de ella, como si nunca hubiera estado aquí. Pero yo estaba seguro de que vivía ahí, incluso la había acompañado hasta la puerta varias veces. Me sentí extraño. Ninguna joven de la pensión había visto en su vida a mi chica.
No conocía a sus padres porque no vivían en esta ciudad, Kelly había prometido que iríamos a visitarlos cuando fuera el momento adecuado; pero ese momento no llegó.
Abrumado, regresé a casa y busqué sus cartas, pero no encontré nada. Ninguna de las cartas que me había enviado estaba.
Desesperado pensé en denunciar su desaparición pero recordé que no tenía nada de ella, fui de todas maneras a la policía y los oficiales me trataron de adolescente-buscafama.
Esa noche no pude conciliar el sueño, lo que me sucedía era ilógico pero, por mas que no quisiera admitirlo era real.
Nunca más vi a Kelly Mawson.


Pasaron treinta años y un día desde que vi por última vez a Kelly y sus ojos color miel. Cada día que corresponde al aniversario voy al banco de la plaza simplemente a recordarla, como hoy; y puedo jurar que estoy sintiendo en este preciso instante su perfume de rosas en medio de la brisa otoñal.

ESCRITO POR FLORENCIA ARTAZA ;

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